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Combate de la Vuelta de Obligado

“Los argentinos no son empanadas que se comen sin más trabajo que abrir la boca”, escribió José de San Martín a su amigo Tomás Guido cuando recibió la noticia del combate de la Vuelta de Obligado, librado el 20 de noviembre de 1845. 

La supremacía por la navegación de los ríos del estuario del Plata se había convertido en el principal foco de conflicto que enfrentaba a Juan Manuel de Rosas (gobernador de la provincia de Buenos Aires y Encargado de las Relaciones Exteriores de la Confederación) con Francia e Inglaterra, las dos potencias europeas que desconocían la soberanía argentina sobre esos cursos fluviales y los navegaban a su antojo con sus modernas embarcaciones propulsadas a vapor. 

Esa recurrente intrusión en aguas territoriales argentinas no era un hecho inocente, sino que obedecía a la particular idea de libre comercio que sustentaban aquellas naciones hegemónicas y que consistía en el intercambio de productos de tierras litoraleñas por manufacturas de ultramar, sin pasar por Buenos Aires ni pagar tributos a la Aduana porteña, que no los compartía con las demás provincias. 

La flota anglo-europea fondeada en Montevideo, un puerto de aguas profundas, solía remontar el Paraná hasta Asunción del Paraguay, tocando puertos intermedios para comerciar. El presidente de la República Oriental del Uruguay era Manuel Oribe, el jefe del Partido Blanco y aliado de Rosas, en tanto que Fructuoso Rivera, referente del Partido Colorado, había respaldado durante su presidencia la alianza que los unitarios emigrados articularon con las potencias europeas, un entrecruzamiento de intereses mutuos que no dio los resultados esperados. El clímax de aquella escalada tuvo lugar en 1840, cuando aquella alianza apoyó la fallida campaña del general Juan Lavalle. En todos esos años, la escuadra anglo-francesa operaba a sus anchas, llegando incluso a bloquear el puerto de Buenos Aires para forzar al gobierno argentino a aceptar sus condiciones, que eran básicamente la libre navegabilidad de los ríos interiores. 

Agotada la vía diplomática (y la paciencia), Rosas encomendó al general Lucio Norberto Mansilla (su cuñado, padre del escritor Lucio V. Mansilla) poner freno a esas incursiones. Con ese objetivo, como no se contaba con una escuadra naval, le mandó a reforzar las baterías emplazadas en la llamada Vuelta de Obligado, un recodo del río Paraná cercano a la localidad bonaerense de San Pedro, donde forzosamente las embarcaciones debían reducir su velocidad y aproximarse a la orilla, quedando entonces a merced del cañoneo. La misión movilizó a soldados de línea y milicianos, la mayoría gauchos del lugar, incluso mujeres, y fue cumplida a tiempo para entrar en acción.

La poderosa flota enemiga, integrada por casi un centenar de barcos mercantes con sus bodegas colmadas de mercaderías y una veintena de naves de guerra que los custodiaban, llegó a ese punto el 20 de noviembre de 1845 y se encontró con que gruesas cadenas amarradas a una línea de lanchones impedían el paso hacia el norte, mientras llovían proyectiles lanzados desde lo alto de las barrancas, en medio de vítores a la patria proferidos a voz en cuello por los entusiastas defensores cada vez que un disparo impactaba en el blanco.

El enfrentamiento duró varias horas, trenzándose los bandos en pugna en combate cuerpo a cuerpo cuando amainó el cañoneo y el enemigo desembarcó, tratando de ganar las posiciones ribereñas defendidas con uñas y dientes por las diezmadas milicias criollas. Hubo numerosas bajas y el propio Mansilla resultó herido por un proyectil que lo sacó de combate.

Al final del día, a duras penas la flota invasora pudo cortar las cadenas y remontar el caudaloso río rumbo al Paraguay. Atrás quedaron restos de embarcaciones, maderos humeantes y decenas de cadáveres flotando en las aguas marrones del río. Un espectáculo dantesco. 

Pese a que aquel día Mansilla y sus hombres no pudieron cantar victoria, ni lograr el objetivo de máxima (impedir el paso de la flota enemiga), cumplieron cabalmente con su deber, ofreciendo una resistencia heroica. Si bien algunos historiadores relativizan su importancia, el episodio significó la reafirmación de la soberanía territorial argentina y un severo llamado de atención a todos los países del mundo que, como Francia e Inglaterra, alimentaban pretensiones sobre nuestro territorio y se arrogaban el dominio de las aguas. Los tratados de paz de 1849 y 1850 convalidaron la postura argentina.

El combate de la Vuelta de Obligado le valió a Juan Manuel de Rosas el reconocimiento de sus contemporáneos, entre ellos el general San Martín, quien, por esa y otras muestras de patriotismo de similares características, lo premió legándole su histórico sable. 

En 1974, la fecha fue declarada “Día de la Soberanía Nacional” (Ley 20.770) y desde 2010 es feriado nacional.

20 de Noviembre de 2021

Combate de la Vuelta de Obligado